Hoy no solo tomó mi mano, también me invitó a pasar. Sabía lo que iba a suceder y estaba dispuesta a complacerlo.
Por fin en su cama, tuve muy cerca el aroma afrodisíaco de su piel y la platónica necesidad de tenerlo encima.
No se contuvo, enredó mi cabello entre sus dedos y de rodillas, lo lamí y lo besé con deseo, sin parar, mientras él, recibía el placer hasta el final.
Mi cuerpo se apaciguaba con sus manos cálidas, extraordinariamente fuertes y grandes. Se sentían como brazas en mi boca y yo, deseosa de abrir las piernas, solo para ver que él no se apague jamás.
Me conoce, sabe cuanto deseo su cama, su cuerpo… y estar a su lado estremeciendo todas las noches que le quedan.
Nar